A veces en la vida, creamos vínculos que no
se pueden romper. A veces, puedes encontrar a esa persona que te ayuda a reír
cuando se te ha olvidado, cuando no te sale. Que te ayuda a levantarte. Que
llora al igual que ríe contigo. Que sabe decir las mejores palabras en el
momento exacto. Que está ahí, días tras día. Que en realidad, nunca ha fallado.
Quizá ha llegado un poco tarde, pero ha llegado y eso es lo más importante. Ha
llegado con su beso, su abrazo, su lo siento, su sonrisa, su ‘estoy aquí y
juntas vamos a poder con todo’. Que va a estar a tu lado pase lo que pase. Pero
lo mejor de todo, lo que mejor puede pasar en estos casos, es cuando también
existe la posibilidad de que esa persona con la que deseas contar para el resto
de tu vida que, tan bien te conoce a veces incluso mejor que tú misma, sea en
realidad la que ha estado siempre a tu lado todo el tiempo.
Ella es más fuerte que nadie, su orgullo, su cabezonería, su fortaleza, pueden
con todo. Pero en el fondo, a veces eso en ella no es más que una apariencia.
Ella tiene su corazón, su sensibilidad, sus lágrimas, por mucho que su orgullo y
su ‘No quiero preocupar a nadie’, las oculten. Ella es pequeña, pero con un
corazón enorme. Nunca ha fallado. Quizás el problema he sido yo, que no he
sabido llamarla, ni siquiera hacerla ver esa mirada con la que descubre todo.
Ella sabe que es querida por muchísimas personas. Que jamás estará sola. Pero
que como yo nadie la querrá tanto ni nadie la necesita tanto a su lado. Ella es
esencial, y cuando está mal me desespero por verla feliz con esa sonrisa que
ella sabe llevar siempre. Ella fue quien me ayudó a ser fuerte. A no acobardarme
con nada. Ella es a quien muchas veces debería haber hecho caso. Ella es aquella
Hermana que siempre dice ‘ Yo voy a estar ahí’ y yo, la que es feliz simplemente
oyendo eso.
Ella. Más que un todo. Más que una amiga, mejor que una hermana
No hay comentarios:
Publicar un comentario